La Transición española: del franquismo a la democracia (1975-1982)

La transición política española constituye uno de los procesos de cambio de régimen más estudiados del siglo XX. Este periodo histórico, que se extiende desde el fallecimiento de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 hasta la consolidación democrática tras las elecciones de octubre de 1982, transformó un sistema dictatorial de cuarenta años en una monarquía parlamentaria democrática, dentro del contexto de la "tercera ola democratizadora" que se inició con la Revolución de los Claveles en Portugal en abril de 1974.
El contexto de la muerte de Franco y la proclamación de Juan Carlos I
Cuando Franco falleció el 20 de noviembre de 1975, el Consejo de Regencia asumió transitoriamente las funciones de la jefatura del Estado. Dos días después, el 22 de noviembre, Juan Carlos de Borbón —designado sucesor por el propio Franco en 1969— fue proclamado rey de España ante las Cortes franquistas, jurando los Principios del Movimiento Nacional. En su primer discurso como rey, Juan Carlos expresó su voluntad de ser "el rey de todos los españoles", una declaración que anticipaba una apertura hacia el cambio democrático.
El nuevo monarca mantuvo inicialmente a Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno, quien había sido el último jefe de gobierno nombrado por Franco. Sin embargo, el gobierno de Arias Navarro (diciembre 1975 - julio 1976) resultó ser un fracaso del continuismo franquista. A pesar de incorporar a ministros reformistas como Manuel Fraga Iribarne, José María de Areilza y Antonio Garrigues, la identificación ideológica de Arias con el franquismo hizo inviable que su gobierno liderara una ruptura política e institucional con la dictadura.
La llegada de Adolfo Suárez y el diseño de la reforma
El 1 de julio de 1976, el rey Juan Carlos I forzó la dimisión de Arias Navarro. Tras una propuesta del Consejo del Reino, el monarca designó el 3 de julio a Adolfo Suárez González como presidente del Gobierno, una elección que sorprendió a muchos dado que Suárez era un relativamente desconocido político procedente del aparato franquista. Con 43 años y antiguo procurador en Cortes y ministro-secretario general del Movimiento, Suárez se convirtió en el artífice clave de la transición.
La estrategia de la reforma se basó en el principio "de la ley a la ley a través de la ley", formulación atribuida a Torcuato Fernández-Miranda, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, considerado el cerebro intelectual del proceso. Fernández-Miranda, antiguo profesor de Juan Carlos I, redactó la Ley para la Reforma Política, el instrumento jurídico fundamental que permitió la autoliquidación legal del régimen franquista.
Esta ley, aprobada por las Cortes franquistas el 18 de noviembre de 1976 con 425 votos de 531 procuradores —lo que se denominó "el suicidio del franquismo"— fue sometida a referéndum el 15 de diciembre de 1976, obteniendo el apoyo del 94,17% de los votantes con una participación del 77%. La ley establecía unas nuevas Cortes bicamerales (Congreso y Senado) elegidas democráticamente y permitía la iniciativa de reforma constitucional.
La legalización del Partido Comunista y las primeras elecciones democráticas
Uno de los pasos más decisivos y controvertidos fue la legalización del Partido Comunista de España (PCE) el 9 de abril de 1977, un sábado santo. Tras reuniones secretas entre Adolfo Suárez y el líder comunista Santiago Carrillo, y tras recibir el dictamen favorable de la Junta de Fiscales, el PCE fue inscrito en el registro de Asociaciones Políticas. Esta decisión, fundamental para la normalización democrática, suscitó gran polémica en sectores conservadores y militares, pero resultó imprescindible para la legitimidad del proceso.
El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones generales libres en España desde febrero de 1936. La Unión de Centro Democrático (UCD), coalición centrista liderada por Suárez que se había constituido en mayo de 1977 como agrupación de diversos partidos democristianos, liberales y socialdemócratas, obtuvo la victoria con el 34,4% de los votos y 165 escaños, quedando a solo 11 diputados de la mayoría absoluta. El PSOE se convirtió en la segunda fuerza con el 29,3% y 118 diputados, consolidándose como partido hegemónico de la izquierda, mientras que el PCE, a pesar de su papel en la lucha antifranquista, obtuvo solo el 9,4% y 20 diputados.
Los Pactos de la Moncloa y la respuesta a la crisis económica
España atravesaba una grave crisis económica derivada de la crisis del petróleo de 1973. A principios de 1977, la inflación alcanzaba el 26%, amenazando con llegar al 30%, el desempleo superaba las 800.000 personas, y la deuda externa superaba los 12.000 millones de dólares. La economía apenas había crecido un 1,5% en 1976.
Para afrontar esta crisis y consolidar el proceso democrático, el gobierno de Suárez impulsó los Pactos de la Moncloa, firmados el 25 de octubre de 1977 y ratificados por el Congreso el 27 de octubre y por el Senado el 11 de noviembre. Estos acuerdos reunieron a todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria (UCD, PSOE, PCE, PSP, PNV, Convergència i Unió), con el apoyo de las asociaciones empresariales y de los sindicatos Comisiones Obreras y UGT.
Los Pactos de la Moncloa constituyeron un ejemplo paradigmático del consenso político de la transición. Firmaron el acuerdo Adolfo Suárez (Gobierno), Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), Felipe González (PSOE), Santiago Carrillo (PCE), Enrique Tierno Galván (PSP), Josep Maria Triginer (PSC), Joan Reventós (Convergencia Socialista de Cataluña), Juan Ajuriaguerra (PNV) y Miquel Roca (Convergència i Unió). Manuel Fraga (Alianza Popular) no firmó el acuerdo político, pero sí el económico. Los pactos establecieron medidas urgentes contra la inflación y reformas a medio plazo para distribuir los costes de la crisis.
La Constitución de 1978
Las Cortes resultantes de las elecciones de junio de 1977 se constituyeron como Cortes Constituyentes. Una comisión de siete miembros —conocida como los "padres de la Constitución"— fue encargada de redactar el texto: tres de UCD (Gabriel Cisneros, José Pedro Pérez-Llorca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón), uno del PSOE (Gregorio Peces-Barba), uno de Alianza Popular (Manuel Fraga), uno del PCE (Jordi Solé Tura) y uno de la coalición catalana (Miquel Roca i Junyent).
El texto constitucional fue aprobado por el Congreso y el Senado el 31 de octubre de 1978. En el Congreso votaron a favor 325 diputados, hubo 14 abstenciones (entre ellas las del PNV) y 6 votos en contra. El referéndum constitucional se celebró el 6 de diciembre de 1978, con una aprobación del 87,78% de los votantes (58,97% del censo electoral). La Constitución fue sancionada por el rey Juan Carlos I el 27 de diciembre y publicada el 29 de diciembre de 1978, entrando en vigor ese mismo día.
La Constitución estableció a España como un "Estado social y democrático de derecho" que adopta la forma de "monarquía parlamentaria", con la soberanía residiendo en el pueblo español. Supuso la culminación jurídica de la transición y la base del actual sistema político español.
El contexto de violencia política
Contrariamente a la imagen de una transición pacífica, el periodo estuvo marcado por una significativa violencia política. ETA intensificó dramáticamente su actividad terrorista, especialmente entre 1978 y 1980, años en los que se registraron los mayores niveles de violencia de todo el periodo. El 70% de las víctimas mortales de violencia política se concentraron en el País Vasco y Navarra.
También hubo terrorismo de extrema derecha y grupos de extrema izquierda. Un episodio especialmente grave fue la Matanza de Atocha del 24 de enero de 1977, cuando un comando ultraderechista asesinó a cinco personas (tres abogados laboralistas del PCE y Comisiones Obreras, un estudiante de Derecho y un administrativo) en un bufete de la calle Atocha de Madrid. La respuesta serena del PCE y de Comisiones Obreras ante este atentado —con un multitudinario funeral ordenado— fue interpretada como una demostración de madurez democrática que ayudó a convencer a Suárez de legalizar el partido comunista semanas después.
La violencia política alcanzó su máximo en 1979 y 1980, disminuyendo significativamente a partir de 1981. Los años más violentos se produjeron paradójicamente cuando el sistema democrático ya estaba consolidado, no en la fase de mayor incertidumbre inicial.
El papel de la oposición democrática
Durante el franquismo, la oposición democrática se articuló en dos organismos principales: la Junta Democrática de España (creada en julio de 1974), liderada por el PCE y Santiago Carrillo, que incluía al PSP de Enrique Tierno Galván, Comisiones Obreras y el Partido Carlista; y la Plataforma de Convergencia Democrática (creada en junio de 1975), articulada en torno al PSOE y que incluía a Izquierda Democrática, la Unión Socialdemócrata Española y el Movimiento Comunista. Ambas organizaciones se fusionaron en marzo de 1976 en la Coordinación Democrática, popularmente conocida como "Platajunta".
Santiago Carrillo y el PCE jugaron un papel fundamental en la transición. A pesar de haber sido el principal partido del antifranquismo y haber soportado el mayor peso de la lucha contra la dictadura, Carrillo aceptó la monarquía, renunció a posturas maximalistas y participó activamente en la política de consenso, siendo calificado por Suárez como "anticomunista inteligente". Su papel fue decisivo en el éxito del proceso, aunque el PCE experimentó resultados electorales muy por debajo de sus expectativas.
Influencias europeas en la transición
La transición española se enmarcó en la "tercera ola democratizadora" teorizada por Samuel Huntington, que comenzó en el sur de Europa con la Revolución de los Claveles en Portugal (abril de 1974), continuó en Grecia y España, y posteriormente se extendió a América Latina y Europa del Este.
La Revolución de los Claveles portuguesa tuvo una profunda influencia inicial en España. El golpe militar que derrocó la dictadura salazarista el 25 de abril de 1974 generó esperanza en la oposición española, pero también preocupación en el régimen franquista. Franco reforzó la represión y la frontera con Portugal para evitar el "contagio" revolucionario. Sin embargo, posteriormente hubo una "corriente de retorno": el modelo español de transición consensuada influyó en la consolidación democrática portuguesa post-revolucionaria entre 1977 y 1982, sirviendo como referencia para sectores que buscaban una "occidentalización" del país.
El apoyo de las potencias europeas occidentales, especialmente Alemania Federal y Francia, fue fundamental. La Fundación Friedrich Ebert, vinculada al Partido Socialdemócrata alemán (SPD), desempeñó un papel decisivo en el fortalecimiento del PSOE. Desde mediados de los años sesenta, la fundación proporcionó apoyo financiero, logístico y de formación al socialismo español, con inversiones estimadas en 20 millones de dólares entre 1975 y 1980. Este apoyo permitió al PSOE, que en 1975 tenía muy pocos miembros y escasa infraestructura, convertirse en un partido con más de 100.000 afiliados en pocos años.
La Internacional Socialista y los partidos socialdemócratas europeos (especialmente el SPD alemán bajo Helmut Schmidt y el Partido Socialista francés) apoyaron activamente la transición española, integrando al PSOE de Felipe González en sus redes europeas y proporcionando legitimidad internacional al proceso. Estados Unidos también jugó un papel discreto pero importante, interesado en la estabilidad de un aliado estratégico en el Mediterráneo occidental.
Las elecciones de 1982 y la consolidación democrática
La UCD entró en una profunda crisis interna que llevó a la dimisión de Adolfo Suárez en enero de 1981, siendo sustituido por Leopoldo Calvo-Sotelo. En la sesión de investidura de Calvo-Sotelo se produjo el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 (23-F), cuando el teniente coronel Antonio Tejero y un grupo de guardias civiles asaltaron el Congreso de los Diputados. La intervención del rey Juan Carlos I fue decisiva para el fracaso del golpe.
Las elecciones generales del 28 de octubre de 1982 marcaron el final definitivo de la transición según la mayoría de historiadores. Con una participación del 79,97%, el PSOE obtuvo una victoria histórica: 10 millones de votos (48,11%), 202 escaños en el Congreso y mayoría absoluta. Por primera vez desde la Segunda República, el PSOE ganaba unas elecciones generales, y por primera vez en la historia conseguía mayoría absoluta a nivel nacional.
La UCD se desplomó de 168 a 12 diputados, y el PCE también sufrió un grave retroceso quedándose en 4 diputados. Alianza Popular emergió como segunda fuerza con 106 diputados, consolidándose como la alternativa conservadora al PSOE. Miles de personas se echaron a las calles para celebrar el triunfo socialista.
Estas elecciones representaron tres hitos fundamentales: la mayor participación electoral registrada hasta entonces, lo que relegitimó la democracia; la primera alternancia política mediante el libre ejercicio del voto; y el acceso al poder de un partido que no tenía vínculos con el franquismo y que provenía del bando perdedor en la Guerra Civil. Con Felipe González al frente del Gobierno, España consolidó definitivamente su sistema democrático y aceleró su integración europea, que culminaría con la entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986.
Ejes políticos del proceso de transición
El proceso de transición se caracterizó por varios ejes políticos fundamentales:
1. Reforma versus ruptura: El debate entre quienes defendían una ruptura democrática radical con el franquismo (principalmente la oposición de izquierdas) y quienes apostaban por una reforma desde dentro del sistema (Suárez y el reformismo franquista) se resolvió mediante una fórmula intermedia: una "ruptura pactada" que utilizó la legalidad franquista para desmantelar el propio régimen.
2. Consenso y moderación: Todas las fuerzas políticas principales aceptaron renuncias mutuas. El PCE aceptó la monarquía y renunció al marxismo-leninismo; la derecha democrática aceptó la legalización de los comunistas y las reformas laborales; el PSOE renunció al marxismo en 1979; y los nacionalistas catalanes y vascos aceptaron el marco constitucional español a cambio de autonomías.
3. Protagonismo de las élites y movilización social: Aunque las élites políticas (el rey, Suárez, Fernández-Miranda, Carrillo, González) jugaron un papel decisivo, las movilizaciones sociales, huelgas y manifestaciones ejercieron una presión constante que aceleró el cambio.
4. Papel estabilizador de la monarquía: Juan Carlos I, pese a haber sido designado por Franco, jugó un papel moderador crucial, especialmente en el fracaso del golpe del 23-F.
5. Amnistía y olvido: La transición se caracterizó por políticas de amnistía (especialmente la Ley de Amnistía de 1977) y por un "pacto de silencio" sobre los crímenes del franquismo, priorizando la reconciliación sobre la justicia retroactiva.
La transición española se convirtió en un modelo internacional de cambio pacífico de un régimen autoritario a una democracia, influyendo posteriormente en procesos similares en América Latina y Europa del Este. Sin embargo, también ha sido objeto de críticas posteriores por sus limitaciones en la investigación de los crímenes del franquismo y por las continuidades entre el antiguo régimen y el nuevo sistema democrático.
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